El Estètico Fluir Humano
Autor Invitado: Daniel Matul Morales
Situar nuestra condición humana en la naturaleza, significa obtener conciencia de nuestra unidad con la Madre Tierra para vivir en amplitud y hermandad.
Según este pensamiento cósmico, el significado del ser y de la vida, consiste en correlacionar la conciencia más pequeña con la conciencia más grande: Criatura-Universo.
De esta manera la cosmovisión nos proporciona las vìas màs recònditas para relacionarnos directamente con la conciencia más profunda, con el pulso más tierno del espíritu cósmico.
En el pensamiento maya el agua, el Sol, la Tierra y el aire, en sus diversas manifestaciones, constituyen la verificación cotidiana que el cosmos es un ser vivo y sagrado.
Estas correlaciones universo, tierra y ser humano generan los valores culturales mayas que, desde la antigüedad, facilitaron el orìgen del complejo sistema calendàrico, cuya sensatez puede encontrarse en los denominados còdices de Madrid, Dresde y Parìs, quizá bastante determinantes para la comprensión de un universo espiritual, inteligente y armonioso.
De manera que recordar el germen-ritual de pertenencia o pasión por el encantamiento de ser uno con el todo, en situación de modernidad, equivale al intento de contribuir al retorno del propósito espiritual y al reintegro del fluir estético humano, justamente, para que los atributos de la flora y la fauna y, las características del cielo y la majestuosidad de la Via Láctea, nos devuelvan al parentesco perpetuo con las montañas, los lagos, las cascadas, los volcanes, los ríos, la Abuela Luna, el abuelo Sol y la Madre Tierra, hasta enlazar con aquella singular agudeza propuesta en los propios códices y el Pop Wuj: «Aquéllos que son dignos de ayudar a la naturaleza en su tarea de hacer crecer y sostener la vida, son iguales al cielo y la tierra».