Amatitlàn.
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Dìa de los Santos en Santa Ana Huista, Huehuetenango 9
Autor Invitado: Elder Exvedi Morales Mèrida
El Huisteco, en su edición del día 1 de noviembre, página 11, publicó el siguiente reportaje:
El Festival de Barriletes Gigantes de Sumpango inició en 1978, y se realiza desde entonces cada año el 1 de Noviembre, en la celebración del Día de los Muertos o de Todos los Santos. Esta tradición de elevar al cielo cometas multicolores se remonta a tiempos ancestrales, pues, anualmente las familias del área recuerdan a los parientes fallecidos.
De acuerdo con una leyenda popular del municipio, cada 1 de noviembre los espíritus malignos invadían el cementerio para molestar a las ànimas buenas que descansaban en este recinto. Tal incomodidad causaba que las almas de los muertos vagaran inquietas por las calles y viviendas humildes de Sumpango.
El relato histórico indica que como el problema persistía con cada advenimiento del “Día de los Difuntos”, los sumpagueros decidieron consultar el fenómeno con los ancianos. La solución, recomendada por los guías de la comunidad, fue forzar la retirada de los intrusos mediante inducir el choque de pedazos de papel contra el viento.
En Guatemala los barriletes pequeños son mencionados ya hacia principios del siglo XVII por el padre Tomás Gage, en su crónica intitulada “Viajes de Tomás Gage a la Nueva España y Guatemala entre 1625 y 1637”.
Tomás Gage entre sus acuciosas observaciones señala que para aquellos años, en el valle de las vacas, Pinula, Mixco, valle del Rodeo, Amatitlán y Petapa, los niños y jóvenes volaban un tipo de cometa llamado “barrilete” para los días del uno y dos de noviembre, como expresión propiciatoria de conmemoración de los días de los Difuntos. El padre Fray Francisco Vásquez a mediados del siglo XVII, cronista de la orden Franciscana, refiere como una costumbre evangelizadora franciscana el vuelo de los pequeños barriletes en los pueblos del altiplano occidental, aprovechando los vientos de octubre y noviembre, relacionándola también con el jubileo de los difuntos y los santos.
Sin embargo, hasta el momento no se ha encontrado el hilo histórico preciso de los barriletes gigantes de San Agustín Sumpango y su pueblo vecino Santiago Sacatepéquez. Lo único que puede afirmar con certeza es el hecho que dicha región formó parte de una provincia franciscana. Como hipótesis se puede inferir que los barriletes pequeños, que se volaban desde los tiempos tempranos para el día de los muertos, fueron adquiriendo un nuevo significado y reelaborados por los habitantes Kaqchikeles de Sacatepéquez, ya que, dentro de las cosmogonía prehispánica, también se celebra un espacio dedicado a los antepasados en una ceremonia especial denominada “Watzkib B’atz’”.
Por otra parte, en el mundo prehispánico, las deidades de la muerte de “Xibalbá” vinculaban esencialmente con “Ah puch”, la cual moraba en el inframundo, necesitaba entrar en contacto y equilibrio con la deidad dual del supramundo representada por “Corazón del cielo”, “Corazón de la tierra” y por Ixmucané, la Gran Abuela Formadora. Los rituales de comunicación, lo constituían ceremonias con “pom” y humo sacro perfumado que junto a las oraciones, se elevaban al cielo y se perdían en el infinito.
En particular esta ceremonia cultural era muy importante para la comunicación entre antepasados y vivos. Para los habitantes de Sacatepéquez fue posible ligar entre los pequeños barriletes que se elevaban al aire, elaborados por las familias patriarcales y aquel ancestral humo sacro. Es indudable que la mano santa de la evangelización está presente en todo momento en estos procesos iniciales.