cuatro puntos.
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Canto a Guatemala
Autor invitado: Anibal barillas Dièguez
Somos el niño que va a la escuela con el estómago vacío y mira por la ventana el aleteo de pájaros negros que levantan el polvo de ancianos caminantes,
somos el campesino de manos callosas y paso firme
que germina en la tierra y suelta la semilla en la madrugada
el mismo que arrebata horas al día para alimentar a las ciudades,
somos el sombrero gastado, el morral, el caite, el güipil, el silencio, el cántaro, el delantal
los ojos negros que se plantan frente a un palacio ajeno
para invocar una justicia negada durante 500 años
Somos el estudiante enardecido que con el pecho abierto se enfrenta a los chacales
sabido que la verdad lo asiste y que la furia es un aliado feroz entre el humo de las bombas y los batones asesinos,
somos la niña que regresa la piedra entre las barricadas
sus dedos como llama eterna, quemando el rostro de los tiranos
somos una pausa entre los años y el susurro de los árboles
que arrastran muchos nombres
Somos la flor que nace en la triste grieta de una esquina
negando la inminencia de la muerte,
somos el caminante sin pan y el horizonte sin dimensiones
la voz de los caídos y los que permanecen en pie de lucha frente a las montañas,
somos el brazo que levanta las armas del mañana
contra el opresor y el lacayo que lo encubre
somos el viento colándose por las barracas de pino, las láminas temblando mientras cae un torrencial de llanto
la luz que descansa en el rostro moreno de la mujer que navega entre la hierba
los ojos de la madre que nunca mueren, sus manos incansables tejiendo la existencia
su fuerza invisible aferrada entre las venas,
somos la vida que se opone a la muerte y empuña
las armas secretas de la ternura, la esperanza y el deseo
Somos luz de octubre y palabra amontonada sin prisas, saliendo como ojiva para atravesar el cuerpo de la sombra,
la garganta que no claudica y el verso que se escribe en las calles, somos un camino de cien caminos, de cien bocas dispuestas y cien cabezas que no descansan
somos el migrante en su paso infinito hacia una ciudad inerme,
somos Tlaloc invocando la lluvia
y Balam cuidando los cerros y montañas
con las garras que le ha dado el cosmos,
Somos cuatro puntos cardinales
un pequeño cúmulo de ceniza entre los pies descalzos
somos un átomo que palpita
en el corazón de una pirámide que nos llama
somos el niño que despierta con un libro en las manos
y el padre que cuida su vigilia con un clavel, un fusil y un sueño,
somos el parpadeo fugaz de los días, el agua quieta que mira un pescador cerca del crepúsculo
somos la caricia de los amantes
versados en el silencio de un contacto secreto
en los parques la anciana entubada en un cuarto blanco
el pordiosero que arrastra sus extremidades
en el desperdicio de la noria,
somos el obrero que deja el sudor en las fábricas y callejuelas sucias
somos la sangre y la carne que morirá luchando
somos el pueblo
un corazón infinito que se reconstruye caminando.